20 de febrero

Era lunes, y yo en la cama. A las doce me despierta mi madre gritándome como una cosaca. Total, que pin que pan voy y me pongo a estudiar sociales. Llega mi padre a las tres y me pone a comer, a esto que llega mi madre con un bulto al lado llamado Eduardo (dios, mi vida es una continua monotonía) con la sorprendente noticia de que se iba a quedar a dormir esa noche. Pues qué putada, yo mala y con la regla, vaya el día para quedarse a dormir, pero en fin, algo es algo. Pasamos el día como siempre, sin hacer gran cosa, milagrosamente estudiamos e hicimos física y química, y a las ocho y media le da por llamar porque la madre decía que no se quedaba, al final que sí pero ahora viene el hermano y le larga que se lo va a decir al padre, el padre que pasa de todo, el hermano que no sé qué... dios, no he visto una familia más desorganizada en todos los días de mi vida. Pedimos pizza y poco después nos fuimos a dormir, él en mi cama y yo en el futón.
A las dos menos cuarto sonó el despertador y casi al instante apareció él por la puerta del cuarto, pero lo cierto es que aquella noche no estaba muy fina, y poco después cada uno se fue definitivamente a dormir.

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