Pese a seguir malita me obligaron a ir al instituto por el maldito examen de sociales que no me sabía. Estuvieron dando una charla sobre lo malo que es el alcohol, no dimos clase y a última... ¡toma!, examen. Lo cierto es que no me fue muy mal...
Volví a casa, no hice nada de provecho, se me caían los mocos por el camino, lo de siempre.
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