Heme aquí mientras Eduardo se ducha escuchando una canción rara no, lo siguiente.
El día de ayer fue raro en ciertos aspectos, y hay ciertas personas que espero que no se enteren nunca de lo que pasó esa mañana de seis de febrero.
No había venido Jorge, y yo quería echarle la bronca por "mentirme", pero como no había venido, pues no se pudo hacer nada. En el recreo, creyendo vagamente que a Jorge le había dado por aparecer, fuimos al aula de música, pero en su lugar nos encontramos al profesor, que nos dio la llave sin problema alguno. Teníamos pensado que vinieran los demás y hacer algo parecido a ensayar, pero en cuanto se sentó Eduardo en la silla del piano me abalancé un poco sobre él (sólo un poco) y al escuchar golpes en la puerta, hicimos (después de haberme sentido muy mal conmigo misma) caso omiso a las llamadas. En fin, terminé tirada en dos mesas del medio de la clase, algo incómodas y MUY frías, pero en ese momento sonó la campana y las clases siguieron como si tal cosa.
Por la tarde todo fue leer, leer, leer, leer y más leer el Barón Rampante de los ovarios, pero por suerte lo terminé antes de las once de la noche (tras un descanso de dos horas y media más o menos) y me dormí... soñando con ese muchacho saltando de árbol en árbol.
No hay comentarios:
Publicar un comentario